viernes, 5 de febrero de 2016

Carta a la familia de un donante:


Hola familia, ¿Qué tal?

Sé que recientemente habéis pasado por un momento muy duro, e incluso puede que todavía, como es lógico, estéis tristes, decaídos, sin entender el por qué le ha tenido que tocar a él pasar eso. Por qué ha tenido que ser él precisamente el que, a la edad que tuviese, tuviera que decirle adiós a la vida y a los suyos, seguro que le quedaba mucho por vivir con vosotros. Por mucho que digan, nunca estamos preparados para afrontar algo así en primera persona, ni para ver cómo le ocurre a una persona a la que queremos. Imagino como os sentís. Y lo siento. Mucho.

Pero os tengo que dar una buena noticia y no hay nada que me gustaría más que todo esto que os voy a contar, os hiciese un poco más felices.

Gracias a él he vuelto a respirar, he vuelto a vivir. Llevo dentro muy orgullosa sus pulmones, y prometo cuidarlos como lo ha hecho él durante toda su vida. Parte de él está ahora dentro de mí, así que de alguna forma él sigue vivo.

Muchas veces me pregunto cómo era, que aficiones tenía, que hacía para conservar estos pulmones tan bien. También me pregunto qué le habrá pasado... sé que suena algo macabro, pero es la verdad.

Quería agradeceros que tomaseis esa decisión tan difícil. Tiene que ser muy duro que cuando alguien a quien quieres fallece, de las primeras cosas que te pregunten es si estáis dispuestos a donar sus órganos a alguien que los necesite. Y yo, y creo que me puedo permitir el lujo de hacerlo, quiero daros las gracias tanto a vosotros, como al resto de familias, y como no a los donantes en sí, por hacer posible el sueño de otras personas. Por permitirnos volver a vivir, volver a tener sueños, ilusiones. Y es que respirar está muy infravalorado. Hasta que no te ves en la tesitura de estar 24 horas al día con oxígeno, con necesidad de estar en silla de ruedas para hacer cualquier trayecto ya sea largo o corto... Hasta ese momento no valoras lo importante que es tener unos pulmones sanos y bien bonitos.

Recuerdo que cuando iba con la silla de ruedas por la calle, me llamaba la atención ver a ancianos caminando deprisa, subiendo y bajando escaleras... no me lo creía, no entendía que esas personas mayores, de más de 80 años pudiesen hacer cosas que para mí eran inimaginables.

Y ahora, gracias a vosotros y gracias a él hago una vida totalmente normal. Pienso vivir por él y por mí. Los viajes, las aventuras, todo lo que aprenda... lo haré por los dos. Así que me gustaría que estuvieseis un poco más tranquilos ahora que sabeis que en el fondo, ÉL SIGUE VIVO.